Quizás experimentarías algo parecido a lo que en 1963 sintió un habitante de Derinkuyu (en la región de Capadocia, Anatolia central, Turquía). Y es que, casualmente encontró una antiquísima ciudad subterránea cuyo primer nivel pudo ser excavado por los hititas alrededor del año 1400 a.C. Tras el descubrimiento, los arqueólogos comenzaron a estudiarla y aunque lograron llegar a los cuarenta metros de profundidad, se cree que podría extenderse a los 85 metros. En la actualidad sólo pueden visitarse los ocho niveles superiores. El resto está parcialmente obstruido o reservado a los arqueólogos y antropólogos que estudian la hoy conocia como ciudad subterránea de Capadocia.
Como tantas otras veces, las antiguas leyendas y referencias históricas que hacían mención a un mundo subterráneo localizado en Capadocia no habían sido jamás tomadas en serio, y sólo eran producto de charlatanes o fantasías de gentes demasiado ociosas, pero lo cierto es que ya el escritor griego Jenofonte (430 – 355 a. C.) hacía referencia a ellas en su obra Anábasis. En ella explicaba que las personas que vivían en Anatolia habían excavado sus casas bajo tierra y vivían en alojamientos lo suficientemente grandes como para una familia, sus animales domésticos y los suministros de alimentos que almacenaban.
Hoy día, se sabe con certeza que la ciudad fue construida y utilizada como refugio por miles de personas. Estas vivían en el subsuelo para protegerse de las invasiones que constantemente sufria Capadocia, como la de los primeros cristianos.
El interior es asombroso: las galerías subterráneas de Derinkuyu (en las que hay espacio para, al menos, 10.000 personas) podían bloquearse en tres puntos estratégicos desplazando puertas circulares de piedra. Estas pesadas rocas que cerraban el pasillo impedían la entrada de los enemigos. Tenían de 1 a 1,5 metros de altura, unos 50 centímetros de ancho y un peso de hasta 500 Kilos.
En los niveles recuperados se han localizado establos, comedores, cocinas (todavía ennegrecidas por el hollín de las hogueras que se encendían para cocinar), bares, prensas para el vino y para el aceite, bodegas, tiendas de alimentación, una escuela, numerosas habitaciones e, incluso, una iglesia (de planta cruciforme de 20 por 9 metros, con un techo de más de tres metros de altura.
La ciudad se beneficiaba de la existencia de un río subterráneo; tenía pozos de agua y un magnífico sistema de ventilación (se han descubierto 52 pozos de ventilación) que asombra a los ingenieros de la actualidad. De este modo, los enemigos, conscientes del peligro que encerraba introducirse en el interior de la ciudad subterránea (que escondía múltiples trampas mortales y resultaba ser un auténtico laberinto), intentaban que la población saliera a la superficie envenenando los pozos.
Aquí os dejo imágenes de la ciudad en la superficie:
Sorprendente, ¿o no?
Info: Centaurea
Dpto. comunicación Pablo Salcedo
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